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War of Hearts

Chapter 17: Jugando al Blackjack con 18

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—¿Me dirás en dónde está Hermes? —repitió Ayax una vez más, colocando dos pares de fichas de cien sobre la mesa, sosteniendo sus cartas firmemente con su mano izquierda mientras su rostro indescifrable miraba al adolescente sonriente frente a él.

—Solo si ganas una ronda tú solo, dieciséis. —sonrió el peliblanco frente a él, a lo cuál Ayax intentó contener un bufido, sabiendo que si no ganaba la próxima partida sería todo una perdida de tiempo.

Tenía un once en sus manos y mientras observaba como el dealer le seguía repartiendo sus dos cartas al resto de jugadores a cada extremo de la mesa.

Ayax sabía que solo necesitaba conseguir diez más y en esos pequeños pero interminables minutos de tensión le agradeció internamente a su padre por haberle enseñado a jugar al blackjack.

—¿Viniste solo hasta aquí, dieciséis? —preguntó el peliblanco frente a él, de manera conversacional.

—Este es un lugar mucho más grande de lo que se ve desde afuera. —comentó Grover con una sonrisa emocionada cubriendo su rostr o, como si realmente encontrar a Hermes solucionara todos sus problemas—. Podría estar en cualquier lado.

—Vamos a separarnos. —declaró Annabeth, volteándose para ver al grupo, ya que por supuesto ella iba adelante liderando.

—Creí que dijimos que no volveríamos a separarnos. —comentó Percy, a lo cuál Ayax apretó un poco más la mano del chico, la cuál no había soltado desde que entraron al lugar—. Además, ustedes ya lo vieron antes, pero yo no, así que no voy a ser de mucha ayuda solo.

Ayax ocultó su sonrisa lo mejor que pudo, sabiendo que Percy pediría ir con él para que ambos encuentren a Hermes, y honestamente, aunque seguía con esa sensación de alarma en su interior, si se quedaba cerca de Percy, tal vez todo podría ir bien.

—Está bien. Tú Grover ve a revisar ese lado, tú Ayax el de allí y yo iré con Percy por aquí. De una u otra forma nos vemos aquí en el vestíbulo en veinte minutos. —ordenó la chica, haciendo una seña para que Percy lo siga pero el rubio se detuvo a mirar primero al chico a su lado.

Ayax estaba mirando a Annabeth, inmóvil en su lugar y apretando la mano de Percy, casi podía hacer un esfuerzo y tirar un poco más de él para que acercarlo pero no lo hizo al ver la sonrisa engreída que le dedicó Annabeth.

—¿A menos que tú te sientas muy inseguro como para dejar a Percy conmigo? —preguntó Chase, un brillo travieso en sus ojos que combinaba a la perfección con su sonrisa arrogante.

Ayax soltó un bufido y decidió dejar ir a Percy, empujándolo en dirección de Chase antes de darse media vuelta a dónde se suponía que le tocaba buscar.

—Lo que sea que tú digas, jefe. —dijo Ayax entre dientes, comenzando a alejarse sin mirar a nadie y escuchando de fondo cómo Percy se quejaba con un "¿por qué tenías que decirlo de esa forma?" y la risita posterior que vino de la morena.

Ayax aspiró una fuerte bocanada de aire y siguió caminando, invocando una de sus dagas y recordando que Percy aún tenía una de las suyas.

Por unos segundos pensó en quitársela, sabía que con un solo pedido podría traerla de vuelta hasta él, pero aún así decidió dejársela.

Inseguro... Inseguro yo... Puras mierdas, maldita Chase. Pensó Ayax entre tanto, observando el lugar con detenimiento y buscando con la mirada algún rostro conocido.

Pronto lo encontró, no exactamente a Hermes pero tal vez alguien que pueda ayudarlo, aquél maldito asiático adicto a las apuestas  que solía ser su amigo en el Olimpo.

—Hey, dieciocho. —saludó Ayax, sentándose en la mesa frente al tipo que rápidamente pareció reconocerlo.

—¡Oh, dieciséis! Tanto tiempo, ¿jugamos? —una sonrisa atrevida se deslizó por sus labios y Ayax suspiró, sabiendo que si quería información no tendría otra opción más que aceptar.

Así que asintió y observó como las cartas llegaban hasta él.

—¿Hola? ¿Dieciséis? —llamó el peliblanco frente a él, moviendo una mano frente a su rostro para llamar su atención.

Ayax le dio un fuerte manotazo para alejarlo y lo miró con exasperación.

—¿Qué? —preguntó Ayax, golpeando la mesa una vez para que le entreguen sus cartas.

—Te pregunté si llegaste solo. —repitió el hombre con una sonrisa, Ayax parpadeó confundido, sin recordar que le habían hecho esa pregunta en algún momento.

—Huh... No, vine con unos... Unos compañeros del campamento. Tenemos que buscar a Hermes. —comentó Ayax con un poco de confusión, sabiendo que aquella era la verdad pero por algún motivo no se sentía del todo correcto.

—Oh, claro claro... Compañeros del campamento...

Ayax observó como una vez más llegó hasta el veintiuno y sonrió victorioso ante ello, esperando a que el dealer reparta el resto de las cartas para asegurarse de que él sea el único ganador.

Oh, pero no fue así.

Frente a él, el peliblanco solo conocido como dieciocho y antiguo seguidor de Ares le dedicó la sonrisa oscura al ver como él también llegaba a veintiuno.

—Entonces... ¿Una partida más, hijo de Ares? —preguntó dieciocho, sin abandonar los rasgos perversos en su rostro, como si fuera una criatura salida desde el Tártaro.

—Sí, una vez más. —medio dijo y medio gruñó Ayax, sabiendo que todo este juego le estaba costando demasiado tiempo y que tiempo no tenían ya que debían... ¿Debían? ¿Quiénes debían?

Percy, tengo que ayudar a Percy. Una voz le recordó desde lo más profundo de su mente, y una vez más Ayax observó la daga sobre la mesa, aquella gemela de la que Percy debería tener todavía en sus manos o aferrada a su cinturón.

El juego comenzó una vez más pero Ayax no podía concentrarse por completo, comenzó a perder una y otra vez, pasándose del número y perdiendo contra la casa.

El peliblanco frente a él seguía riéndose sin cansancio, como si estuviera conectado al maldito gas de la risa del Joker o algo así.

Pronto comenzó a impacientarse cuando sabía que faltaban dos manos más antes de que la ronda termine, no estaba ni cerca de empatarle al tipo frente a él y ya estaba por quedar afuera por sus apuestas tan altas.

—Y entonces... ¿Cómo está tu padre, hijo de Ares? —preguntó el adolescente frente a él una vez que logró calmar su incesante risa.

—Está bien... Creo que está saliendo con Afrodita. —murmuró Ayax, sin prestarle mucha atención, aún demasiado concentrado en el juego frente a él.

—Oh ya veo... ¿Y hace cuánto que no lo ves a tu padre?

Ayax tomó la daga que estaba en la mesa con su mano derecha, comenzando a dar vueltas sobre sus dedos de una manera impaciente, observando su última apuesta sobre la mesa y el nueve que sostenía entre sus manos.

No hay manera que pierda con un nueve... Es fácil, el dealer ya va diecinueve si me toca un diez, un once o un doce puedo ganarle.

Le voy a ganar... Tengo que ganar para que...

¿Para qué había que ganar?

Oh sí. Para que papá esté orgulloso de mí.

—¿Qué clase de pregunta es esa, dieciocho? Lo veo todos los días. —respondió Ayax entre tanto, golpeando la mesa una vez más para recibir una nueva carta y frunciendo el ceño al observar el As frente a él.

Puede tocarme un diez en la siguiente... Puedo superarlo... Con esto lo empato pero podría ganarle.

Papá siempre dice que hay que ganar, en las guerras siempre se va a ganar no a empatar.

Entonces Ayax golpeó una vez más la mesa y una carta más le fue dada.

Esta vez fue su turno de reír a carcajadas, observando una carta K justo frente a él.

—Maldito suertudo. —se quejó alguien a su costado, pero decidió simplemente ignorarlo.

Había estado perdiendo las últimas batallas pero por supuesto que no perdería la guerra.

Sonrió victorioso al ver como el dealer seguía con los otros tipos sobre la mesa, mirando con satisfacción sus propias cartas y sabiendo que si bien no llegó al veintiuno había logrado superar al dealer.

—Oye, dieciséis. Ya sabes que no tengo buena memoria... Entonces me estabas diciendo, ¿viniste solo hasta aquí? —preguntó el peliblanco frente a él, algo extraño brilló en sus ojos pero Ayax sólo alzó las cejas con curiosidad, una pequeña sonrisa confundida estaba en su rostro.

—Por supuesto que vine solo, ¿por qué? —respondió el pelinegro, dándole vueltas a su daga con practicada facilidad en una de sus manos y tarareando levemente, sabiendo que ahora al menos era el único que estaba ganando la partida.

—Oh... Por nada... —dijo dieciocho, mordiéndose el labio inferior para ocultar otra risita divertida.

Ayax lo miró con confusión pero rápidamente le restó importancia.

Finalmente todas las cartas fueron repartidas y esa fue la primera mano que Ayax fue el único en ganar y con eso, se puso de pie.

—¿Ya tan rápido te vas? —preguntó el adolescente frente a él, moviendo las fichas verdes de una mano a la otra.

—Te dije que solo me quedaría hasta que sea el único que gane en una mano. —le respondió Ayax rápidamente, buscando por el lugar a su padre pero sin verlo en la distancia, lo cuál era extraño, ya que Ares siempre se encontraba cerca y él no era especialmente pequeño.

—Está bien, nos vemos. ¡Y salúdame a tu papi cuando lo veas! —gritó el chico al ver como Ayax comenzaba a alejarse.

No sabía cuánto tiempo había estado en aquél casino, que pronto notó en realidad era un gran hotel, demasiado grande para que sea medianamente normal o mortal.

Pero aún así, se encontraban humanos corrientes allí, apostando y divirtiéndose junto con semidioses, sátiros y cualquier clase de criatura que se le ocurra a Ayax, no que realmente conozca demasiadas, su padre solo le enseñaba a convivir con las más peligrosas.

¿Y en dónde estaba su padre de todos modos? Ayax lo había estado buscando un buen rato y aún así, absolutamente nada.

—¡Oh allí está! ¡Ayax! —una voz gritó desde la distancia y pronto un par de pasos se acercaron corriendo hasta él.

Ayax volteó confundido al escuchar su nombre ser pronunciado, pero tan pronto como vio a los tres chicos acercándose corriendo hacía él, invocó a su mejor arma: el hacha que su padre le había regalado, con la bendición del Dios de la guerra y capaz de matar tanto a mortales como monstruos.

—¡NO! ¿¡Qué haces tú aquí!? —gritó Ayax, su respiración se detuvo entre medio y sus ojos quedaron inmóviles en el chico rubio frente a él que lo miraba con confusión.

—¿Ayax? Oye, tranquilo. Ven aquí, tenemos que irnos rápido. —el rubio extendió su mano pero Ayax le dio un fuerte manotazo, conteniéndose al último segundo de no arrojar su propia hacha contra el brazo extendido para desprenderlo del cuerpo.

—¿Qué carajos te pasa, idiota? —gritó una chica, acercándose por detrás del rubio que hizo su mejor esfuerzo por contenerla.

No, no, no... No debería estar aquí.

Él no es real.

¿Qué hace él aquí?

¡Él no existe!

¡AYAX! Escúchame bien chico, deja de pensar en él, solo es tu jodida imaginación. ¡Vuelves a hablar una vez más y dejaré de ser amable contigo!

—No es real... No es real. —murmuró Ayax, comenzando a retroceder, escuchando como los dos chicos frente a él estaban discutiendo.

El rubio parecía querer acercarse pero la morena seguía gritando que no lo haga, que lo abandonen allí.

Ayax no comprendía de que estaban hablando, pero aún así comenzó a retroceder lentamente, recordando tan vívidamente los besos tímidos que compartía en la playa con el chico rubio frente a él.

¡No vuelvas a hablar de él! ¿Le eres leal a una ilusión o a tu padre! ¡Tu único objetivo es ganar las guerras Ayax, no soñar con un príncipe azul! Maldito imbécil.

Las palabras de su padre se repetían en su mente mientras él seguía retrocediendo, sus ojos se fijaron un par de segundos en el sátiro detrás de ellos, que se observaba genuinamente confundido con toda la situación.

¡Tienes que odiarlo! ¡No me mires así, no volverás a dormir y si llega a suceder lo apartas de tu camino!

El labio inferior de Ayax tembló al recordar las palabras de su padre, sintiéndose tan recientes como si estuviera gritándole al oído.

—No es real... No está aquí... —susurró para sí mismo, observando como el rubio finalmente logró apartar a la morena de su camino y se acercó corriendo hasta Ayax.

El hacha en sus manos casi cae al sentir la mirada del rubio en él, sus manos temblaron inestables cuando el chico colocó sus manos sobre sus mejillas calientes.

—No... Yo te odio. —susurró Ayax, negando con la cabeza, intentando apartar esas suaves manos de su rostro.

—Ayax, hey. Solo es el hotel Loto, está bien. Tú no me odias. Pero tenemos que irnos, ya pasaron días que estuvimos aquí y-

—¡NO! —gritó Ayax, empujando con su mano libre al rubio al escuchar esa voz hablándole con tanta suavidad, como sí...

Como si me mereciera ser tratado de esa forma... Como si mereciera que alguien le hable bien y me diga que no me preocupe...

No.

Yo lo odio.

Y de todos modos... No es real.

Ayax soltó su hacha que pronto desapareció en el aire con una neblina roja, al igual que la daga que había dejado caer en el suelo a un par de metros atrás cuándo invocó una segunda arma.

Los ojos suplicantes del chico rubio frente a él lo mantuvieron inmóvil unos segundos más.

—Tienes que venir con nosotros, Ayax, tenemos que irnos ahora. —dijo el chico, su voz en una súplica y sus manos queriendo tocarlo una vez más.

Ayax le dio una última mirada de advertencia, retrocediendo otro paso, las palabras de su padre ardiendo contra sus oídos, llenando su mente sin cansancio.

Atenea te está volviendo débil y te tortura en tus sueños, pero tú no la dejarás, ¿cierto? Eres más fuerte como para caer por algo que ni siquiera es real.

Ese chico que ves en tus sueños n o es tu amorcito, es tu peor enemigo y aquél que siempre te va a debilitar. ¿Y qué le suceden a tus peores enemigos? ¡Dime Ayax, responde cuando te hablan!

—Lo odio, yo lo odio... —Ayax se tambaleó hacía atrás al sentir un escalón detrás suyo que no había llegado a ver.

Creyó que el rubio se acercaría a atraparlo pero en cambio él estaba mirando con ojos furiosos a alguien detrás de Ayax, aquél que había logrado atraparlo a último segundo.

—Oh, aquí estás Ayax. —una voz que reconoció fácilmente llegó desde atrás suyo, una fuerte mano se encontraba sosteniendo su antebrazo para que no caiga.

Una sonrisa se deslizó por el rostro de Ayax al ver al hombre que finalmente lo soltó y se colocó a su lado.

—Hola papá, ¿ya nos vamos? —preguntó Ayax, intentando con todas sus fuerzas no mirar al chico frente a él.

No lo logró.

Sus ojos se desviaron una vez más al rubio frente a él, que parecía arder de enojo o al menos esos eran los sentimientos que Ayax podía descifrar en el aire, acompañados de chispas de traición y desesperación.

—No vas a llevártelo Ares, no otra vez. —dijo Percy, tomando la muñeca de Ayax y atrayéndolo a su cuerpo.

—¡Oye qué- —Ayax estaba a punto de quejarse pero al sentir el fuerte aroma del chico y encontrándose con su rostro sobre el hombro de este no pudo evitar quedarse en silencio unos segundos.

No es real y si lo es de todos modos lo odias.

Ares está mirando... Apártate, apártate.

—Ya fue divertido por un tiempo chico, dejé que se diviertan pero su tiempo se agotó. Vamos Ayax. —llamó su padre, su tono irritado e impaciente golpeó con fuerza todos los botones de alerta de Ayax, quién rápidamente se apartó del rubio.

—No, no. Ayax no puedes ir con él. Sabes quién soy, me conoces. —pidió el rubio frente a él, aún sosteniendo con fuerza su muñeca, Ayax se miró el brazo unos segundos, notando como las uñas se clavaban en su piel y probablemente le quedarían la marca de los dedos en la piel por la insistencia.

—No te conozco. Suéltame. —Ayax no podía mirarlo a los ojos, sabía que aquellos ojos zafiro lo atraerían a hacer una idiotez como no acatar las ordenes de su padre.

Su padre es un Dios. Él no puede simplemente desobedecer y seguir su camino, no sin que el Dios lo permita.

—Me conoces. Soy Percy, sabes quien soy. Sueñas conmigo todas las noches. —susurró Percy, intentando acercarse a su rostro.

Ayax volteó al segundo exacto para que unos suaves labios le besen una mejilla y sintió cómo todo su cuerpo tembló, como si fuera electrocutado por una fuerte corriente de energía.

—No, no lo eres. —Ayax finalmente decidió usar su verdadera fuerza y con facilidad logró quitarse del firme agarre en su muñeca— Vamos padre, lamento la demora.

La sonrisa de Ares en esos segundos podría rivalizar perfectamente contra la del gato Cheshire, pero Ayax no comprendió exactamente porqué.

Les dio la espalda a los tres chicos que seguían mirándolo perplejo, como si realmente lo conocieran.

Ayax recordó entonces porque el sátiro le resultaba conocido, ya que hace una semana había llegado al campamento de semidioses y el tipo lo había curado un par de heridas cuando llegaba del Inframundo, pero no mucho más.

La morena lo seguía fulminando con la mirada pero poco pareció le importó a Ayax.

Y el chico rubio... Percy. Ayax no sentía que encuentre las palabras indicadas para expresar todos los sentimientos del chico, no solo los que demostró en sus expresiones si no los que Ayax podía sentir en el aire con su capacidad de controlar sentimientos combativos y sabiendo que el chico parecía tener absolutamente una guerra en estos momentos.

—No te preocupes chico, está bien distraerse un poco en el camino. —dijo Ares, soltando una carcajada por su propio comentario y observando como Ayax se estaba acercando hasta él.

Ayax asintió y pronto ambos estaban por salir del lugar pero una vez más fue retenido, unos brazos se encontraban envolviéndolo desde atrás, en un abrazo apretado.

—Ya, suéltame idiota. —se quejó Ayax, pensando seriamente en lastimarlo si no lo dejaba ir pronto.

—Tú me conoces. El hotel te afectó, llevamos demasiado tiempo aquí, por favor escúchame. —suplicó rápidamente al observar como Ayax estaba a punto de darle un fuerte codazo, el pelinegro suspiró.

—Me conoces. Soy Percy Jackson, sueñas conmigo todas las noches... Soy tu Percy.

Eso...

Eso es una mentira.

Y o no merezco que nada me pertenezca.

Ayax empujó su brazo hacía atrás, su rostro inexpresivo mientras chocaba su codo con fuerza contra el torso del chico y escuchando como jadeaba por la repentina falta de aire.

—Vamos padre.

Y con eso, Ares y Ayax se movieron con tranquilidad hasta salir del hotel, el hombre parecía sumamente divertido pero a Ayax no le interesó preguntar porqué.

Las palabras del chico... de Percy, seguían repitiéndose en su mente, no encontraba sentido alguno por habérselo encontrado en el mundo real después de años de haber soñado con él, con la idea de él.

¿Era esto parte de su castigo?

Por unos segundos miró a su padre, en busca de una respuesta que sabía que no encontraría en su rostro.

—¿Conocías a esos tres o qué? —preguntó Ares con aburrimiento al ver que estaba siendo observado.

Ayax negó rápidamente—. No sé quién carajos eran, pero si que fueron molestos.

—Ese rubio parecía conocerte, ¿Mhm? —comentó Ares, aún con una emoción alegre rodeándolo, aquello era extraño ya que solo solía ocurrir cuando ganaba una guerra.

¿Ares acaba de ganar algo y él no se estaba enterando?

—Mierda. —murmuró Ayax, colocando una de sus manos sobre su cabeza, pasándola por su sien y por arriba de su ojo para intentar quitarse el extraño ardor.

—¿Qué te sucede?

—Me duele un poco la cabeza, no importa. —Ayax se enderezó y siguió el camino hasta encontrarse a un par de calles la moto de su padre.

No sabía porqué, pero caminar por las calles de una ciudad de mortales no le pareció extraño en lo absoluto, incluso aunque sabía que nunca antes había estado en ellas.

Mhm... Tal vez me recordó a las del Olimpo. Pensó para sí mismo, pestañeando con fuerza al sentir el dolor de cabeza intensificándose justo detrás de sus ojos y sabiendo que era una debilidad.

Y que su padre no le tiene permitido tener debilidades.

—¡Aquí estamos! —Ares cantó victorioso, tirándole un casco a Ayax y colocándose el suyo propio—. Te llevaré de nuevo a ese campamento, creo que tus hermanos quieren verte.

—No tengo hermanos y no quiero ver a nadie. —se quejó Ayax con molestia, pero aún así se subió a la moto, escuchando la carcajada de su padre ser amortiguada por el sonido del motor encendiéndose.

Ayax miró por última vez el hotel Loto, sintiendo que algo estaba mal.

Algo se siente... Incorrecto.

El dolor en su cabeza incrementó un poco más pero decidió ignorarlo, finalmente volviendo la vista al frente y sabiendo que no podría apartar pronto todos esos pensamientos confusos que estaban turbando su mente.

Me conoces... Soy tu Percy.

Maldito idiota... ¿Por qué me diría todas esas cosas? ¿Qué estaba intentando lograr al engañarme?

La moto se movía con rapidez por las calles con una velocidad que los mortales no podrían ni comenzar a rivalizar.

Lo que para ellos le tomarían días a su padre solo le tomó minutos y pronto se encontraban subiendo la gran montaña que lo dirigía directamente al campamento.

Sobre el gran árbol se encontraba una chica de cabello pelinegro que parecía estar esperándolo ya que se acercó a él rápidamente y lo apretó en un fuerte abrazo.

—¡Oh Ayax, al fin estás aquí! —chilló ella emocionada, ambos se apartaron y Ayax la miró con confusión.

—Está un poco aturdido, encárgate de él. —dijo Ares, dando un ademán con su mano antes de volver a subir a su moto.

Ayax le arrojó el casco y el hombre lo atrapó en el aire, antes de hacer rugir a su moto y pronto desaparecer como si nunca hubiera estado allí.

—Ven Yax, hay que prepararnos. —dijo la chica, tomándolo de la mano y comenzando a tirar de él para acercarlo al campamento cada vez más.

—¿Daisy? —preguntó Ayax, observando con confusión a la chica que volteó a verlo, una sonrisa cariñosa se extendió por los labios de la chica y asintió.

—¡Veo que ya estás menos confundido! Vamos Yax, hay mucho por hacer. —Daisy dijo y pronto ambos comenzaron a caminar por el campamento.

A medida que pasaban los minutos Ayax sintió cómo cada recuerdo regresaba a su mente de forma abrupta.

Como si pasar aquél muro invisible que lo adentraba en el campamento hubiera apartado toda la confusión que estaba sintiendo.

Y entonces comenzó a recordar que no estaba en ese campamento hace una semana si no que realmente llevaba años en él.

La chica tomando su mano no era una desconocida, era su mejor amiga Daisy y él la conocía mejor que a nadie más en el mundo.

Y este último tiempo él... Él ni siquiera había estado en el campamento- él estaba en-

Ayax se quedó inmóvil, sintiendo el tirón de su brazo para que continúe caminando pero sin poder mover una sola parte de su cuerpo.

Percy.

Percy, Percy, Percy, Percy.

Oh mierda.

Ares lo tenía planeado... Todo este tiempo el hijo de puta tenía todo planeado.

Ayax observó con renovado interés sus alrededores y no pudo evitar llevarse ambas manos a su propio rostro, logrando que la chica suelte su brazo con el movimiento.

Con ambas manos en su rostro Ayax gritó con fuerza, sintiendo como sus cuerdas vocales se desgarraban solo al primer intento, cayó al suelo de rodillas y levantó la vista solo un poco, observando entre sus dedos a su amiga que lo miraba con confusión.

—El maldito de Ares... Todo este tiempo me había tendido una trampa. —murmuró Ayax, un quejido se escapó de sus labios al recordar todo lo que sucedió en el casino.

Como pareció encontrar tan rápidamente a dieciocho después de tantos años sin verlo, las constantes preguntas del peliblanco para asegurarse de que olvide todo y...

Oh...

Soy tu Percy.

Ayax también recordó eso.

Mierda.

Notes:

Todos los que están aquí ya se vieron la serie y probablemente se leyeron los libros entonces me dije, ¿Por qué repetir una vez más lo que ya vieron y lo que ya saben? ¿Por qué no mejor traer algo nuevo? ¡Y entonces se me ocurrió esto!

Espero no haberlos confundido con el juego de cartas, realmente soy una fanática de los juegos de ese tipo. Había pensado en que juegue también un ajedrez ya que me encanta pero dije... ¿Ajedrez en un casino? Nah, entonces quedó el veintiuno o blackjack.

¡AYAX ESTÁ DE VUELTA EN EL CAMPAMENTO! Ahora la parejita quedó separada pero... Al menos sabemos que Daisy está viva :D